domingo, 20 de marzo de 2011

Fastidios

¿Por qué me asesoran los sismos
las cuatro vueltas que doy en versillos
alrededor de tus labios?

¿Por qué me siento
tan ruido de muelles
golpeando en mis cienes
y en tu recuerdo?

¿Por qué la tarde baja en veredas,
la noche muere en tus manos
y el Lunes me acorrala los huesos?

¿Por qué te siento tan cerca del cielo
como yo del infierno?

¿Por qué...?
¿Por qué...?

¿Por qué hoy que huelo a fracaso
me quito las manchas de aceite
sobre el lavabo,
y te veo entre dormida
sobre un cáctus de fuego
helado por el tiempo
y la ambición?

¿Por qué no hay escuela
capaz de enseñarme barreras
que atrapen tus ruidos,
mi tiempo
y tus ganas?

¿Por qué te has vuelto
el emisario maldito del tren
que llegaba a tus espaldas
bajaba por tus rodillas,
hacía eco en tus medidas
salvando de todas las edades
los cinco sentidos que abrazaban tus sueños
y a mí me ponían la sangre en remojo
para fluir al son de la avaricia?

¿Por qué hoy que siento al fusil
disparar sobre mojado
me veo más viejo que ayer,
luchando en tu esencia,
crispando tus cartas,
firmando mi adiós...?

¿Será que Noviembre tiene gusto a café?
¿Será que hemos sido dos fugas hirientes
de gas y sistemas?
¿Será que hemos luchado
por ser invencibles
y nos han sorprendido
vendiendo estampitas en las colmenas?

No puedo más que decirte
(aún en zapatillas)
que las caricias no caben en estos agujeros,
que los "te siento" tienen forma de vasija
(tan frágiles y sin señuelos),
que las masas de hombres y mujeres
que han visto morir aquellos inviernos
en tardes de Abril
-o en fuegos de Octubre-
hoy vagan felices y hambrientos
por las calles de la memoria,
como la mía,
como la del sueño mismo,
triste y vacío,
que ha sabido traer excesos y corduras
a la misión del olvido,
a las paredes de huranio
a los demonios del juego
a los colmillos de Adán.

Las calles se abren al son de la siesta,
los autos se mojan la cara
buscando refugio del viento,
y este verano sin luces
me viene a contar al oído
que a veces
pero sólo, a veces,
unas cuantas palomas descienden en tu parque
a comer de mis entrañas
y asesinan los ríos,
las llaves,
los santos relicarios,
el después...

Tal vez los diarios publiquen
una nota que sea macisa y errante.
Es probable que sepa llegar a la cima del caos
moviendo los estantes que sostienen tu tiempo.
La vida no es más que tiempos
divididos en grandes mitades:
los hay felices,
los hay amargos,
los hay curiosos,
los hay traumáticos,
los hay odiosos,
los hay ínfimos, pobres y también
los hay mejores y secretos,
dormidos pero despiertos,
prudentes y enfermos.
"Los hay de todos los colores"
y yo vengo a formar parte
de esa codicia de vuelos y abrazos
que subsiste callada y dolida
detrás de las bocas del tiempo.

Hay una sóla ventana que da a tus mañanas.
Hoy la tarea está hecha.
A la vuelta del siglo
los sicarios me palpan la espalda
y no tengo excusas para seguir diciendo que no
a sus amables venganzas.

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