sábado, 30 de octubre de 2010

Fútbol y rock: dos paradigmas inconmensurables bajo la misma regla.

Hay algo que gran parte de esta sociedad (incluídos los medios) no entiende y tal vez no se moleste en entender: juzgan a la música como al fútbol y son dos cosas total y completamente distintas.

A uno lo siguen y lo entienden multitudes.

A otro lo siguen multitudes y lo entienden muy pocos.


Uno se alimenta de progresos inmediatos y funcionales a un resultado positivo.
El otro nace de tiempos lógicos y se va perfeccionando. Su única meta es una verdad: la suya.

A uno lo aclaman, lo basurean. Se insultan, se odian, se repudian. Se aborrecen como hermanos Caín y Abel.
Al otro lo llaman, lo mueven. Lo mistifican, lo seducen: lo entienden.
Se reconocen, se saludan, se conmueven. Se alían, se aman, se sorprenden y se comprenden.

A uno lo juzgan por su convocatoria, de quien depende el costo de la entrada, la publicidad, el arte de maravillar y la relevancia que ese equipo tenga para una sociedad. Es un show del show subordinado a estrategias de mercado que sostienen un imposible: la victoria constante sin ningún tipo de escrúpulos.
Al otro no lo hace grande la convocatoria ni el precio de la entrada ni la cantidad de bocas que lleven su nombre o su imagen en una remera o bandera: lo hace grande su esencia, sus ideas, su pasión. Sí, dije pasión, pero pasión en el sentido Griego: un amor que viene del sufrir, del tolerar, de un saber vivir con una herida que llevaremos el resto de nuestra vida, o sea, un vivir sabiendo que en algún momento vamos a morir. La música se burla de eso todo el tiempo. La deja asustada a la muerte, “inhibida” –cual canción de La Vela- y le dice que en ese camino, algo podemos hacer.

En uno todo vuelve a punto cero después de un fracaso: la decepción, irritación, humillación y maltrato verbal y físico hacen que el camino hecho hasta ese punto, no haya servido de nada, y a todos los esclavos le hacen y NOS hacen creer que esto realmente es así, cuando en realidad ese fracaso es la traducción de pérdida monetaria y egocéntrica para espectador/dirigente que deja a merced de otro su PROPIA e INDIVIDUAL felicidad.
En el otro, directamente, no existe el fracaso, porque no existe la victoria...

En uno se somete al esclavo a las tácticas y estrategias del rey (o LOS reyes) que dominan en público, insultan en masa y sancionan en las sombras.
En el otro, los reyes no existen. El esclavo es el músico mismo de sus propios demonios, pasiones, virtudes, vicios y excesos. Excesos que no son necesariamente sexo, droga, alcohol y rock n´roll: el sexo, la droga, el alcohol y el rock n´roll son el representante comercial y necesario de los internos excesos, de las más bajas pasiones y prisiones que se exteriorizan en uno o varios objetos, pero los excesos, si bien se ven, nunca se tocan.
No hay problema alguno con la buena fama de esos objetos: (o sí lo hay pero este no es el caso para ponerlo en criterio) lo que mueve, domina e impulsa a esos excesos, está más allá de cualquier intento de dominación.

Por eso, el fútbol murió en el potrero y la música sigue viva en los estudios.
Habrá uno y otro equipo (o jugador) que aún siga siendo fiel a esos principios y juegue por el gusto de jugar. Se me viene una sola persona a la cabeza y es Juan Román Riquelme. Habrá otros que sigan ese camino o perduren en el mismo, pero la gran mayoría vive del fútbol como si fuera un trabajo.
No niego que para el primer tipo de futbolistas algo de este negocio les sea funcional, no lo quito eso de criterio. Lo que digo, es que estoy casi convencido que si tanto Riquelme como esos otros seres que por otros estadios caminan y por lo bajo sonríen con el ruido que hace la pelota al tocar la red (y no precisamente por la traducción en moneda sino por el logro del objetivo deseado), no tendrían problema alguno en renunciar a su “trabajo” y poner una rotisería en la esquina de su barrio si esos reyes contra su propia voluntad atentaran, y reyes no son solo los de adentro sino también los de afuera.

No hay punto de comparación ni misma vara que mida el fútbol y la música. Sólo los esclavos de su propia voluntad llegan a ser héroes y líderes por esa misma razón, pero por favor, dejen de lastimar al rock y a la música en general haciendo creer que responde a tal o cual interés o a tal o cual tipo de público.

Los héroes no se miden por su popularidad sino por su convicción, y la música se hace en el disco y no en el tablón.

2 comentarios:

A las 30 de octubre de 2010, 16:04 , Anonymous Alma Minimalista... ha dicho...

La música va siendo el único lugar de este mundo donde aún se puede uno sentar tranquilo... y comprender que el tal vez de mañana sea un quizá en el hoy, y saber que el arte que radica en ese lugar es simplemente el hecho de resbalarse en el goce sin tinta, sin voz y sin canto ...! ¿Que paradoja no?

Me ha gustado como escribís..
Un abrazo.

 
A las 4 de noviembre de 2010, 18:08 , Anonymous El Nictálope ha dicho...

:) Es cierto eso de sentarse tranquilo...
Ciertos cantautores y músicos lo reconcilian a uno con la vida...
En mi caso, encuentro mucho más regocijo en la música ligada a la poesía, salvo que pongamos frente a este individuo un Piazzola, Tomatito, unas buenas bulerías, soléa, alguna que otra rumbita, pero después, la prefiero en primera persona :)

La música como tal es linda, preciosa diría yo, pero no termina de ser completa si no se ven las manos y sobre todo, el cuerpo de quién la instrumenta. Esa es, claro, mi opinión personal :)

No te quedas atrás en tu escritura. Me has dejado mudo con esa leyenda bajo tus "Datos Personales".
Mudo...

Muchas Gracias por pasar y firmar :)

Puedes hacerlo cuando gustes.

Un saludo !

 

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