¿Adónde van...?
"Adónde van"
Autor: Silvio Rodríguez
¿Adónde van las palabras que no se quedaron?
¿Adónde van las miradas que un día partieron?
¿Acaso flotan eternas,
como prisioneras de un ventarrón,
o se acurrucan entre las rendijas (hendijas),
buscando calor?
¿Acaso ruedan sobre los cristales,
cual gotas de lluvia que quieren pasar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van...?
¿Adónde van?
¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?
¿Adónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?
¿Por dónde están las angustias,
que desde tus ojos saltaron por mí?
¿Adónde fueron mis palabras sucias
de sangre de abril?
¿Adónde van ahora mismo estos cuerpos
que no puedo nunca dejar de alumbrar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van...?
¿Adónde van?
¿Adónde va lo común, lo de todos los días:
el descalzarse en la puerta, la mano amiga?
¿Adónde va la sorpresa,
casi cotidiana del atardecer?
¿Adónde va el mantel de la mesa,
el café de ayer?
¿Adónde van los pequeños terribles encantos
que tiene el hogar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van..?
¿Adónde van?
Si habré preguntado por esos paraderos... con muchas más variantes, con muchas más horas raspando bombillas... con muchas más almohadas rodeando mi pecho: sentado, parado, acostado. En cuclillas...
Si me habrá visto la cocina rezarle un reintegro. Si le habré formulado preguntas absurdas, complejas, y me habrá mirado desencajada, haciéndome notar que ni siquiera ella debería ser acreedora de semejantes respuestas.
Sí... se dice que cuando un círculo llega a su fín por medio de saltos, se produce un efecto similar a un disco de pasta girando sobre su eje, sin terminar de perforar los surcos que deja su bilis recostada en la unión entre un punto y el siguiente. Patinan los versos, como el hielo sobre el mostrador, y no hay métafora mejor que me llegue por el ático que no sea precisamente el color, ese, ese color que baña tu alma.
¿Adónde van las noches que usabas mi pecho como refugio de las tormentas, la soledad, la angustia o los gritos de papá?
¿Adónde van los viajes que cruzaba estático (con todo ese padecer) trepando a los micros y trenes para abrazarte desnuda en medio de la multitud?. Los pies se envenenaban de mármol y aún así, seguía...
¿Adónde van mis visitas sorpresa, cuando el pijama era el segundo guardián de tu dormir?
¿Adónde van mis intentos por sembrarte sonrisas cuando los cuadros eran grises y nuestros ojos opacos?
¿Adónde van las angustias que azotaban mi pecho por querer rescatarte de tanta virtualidad?
¿Adónde van las noches en que frotaba mis manos contra tus piernas para refutar su extensa teoría de aumento voraz?
¿Adónde van mis sueños de sentirte madre? ¿ADÓNDE VAN...?
¿Adónde van...?
¿Y los te amo que no supe canjear?
¿Y los te extraño que supe y no supe callar?
¿Adónde van las clases de amor que derretía mirándote nadar en la rutina?
¿Adónde van las 569 combinaciones de letras, oraciones y melodías que inventé para poder planear nuestro secuestro? ¿Adónde van...?
¿Adónde va tu empecinado deseo de morir junto a un perro y tus libros en el Sur?, ¿y mi heroica insistencia de rodear tu cintura y apretarte fuerte por mostrarte que no había caída libre, ni punto límite fuera de nosotros porque así estaba escrito, porque así sonreíamos? y así... pequeña... así sólo podía lograr que una lágrima asomara en tu mejilla y dijeras "perdón: es que me desacostumbro a vos".
Así ese niño con manuales de hombre, con esa temple y perseverancia que lo caracteriza, ese niño creía que la espera y el tiempo iban por fín a devorar tus fantasmas de buscar un título de propiedad en tierras comunitarias. Cuatro años aguardando una seguridad que hacía tiempo ya tenías...
Si supieras las noches que pasé ahorcándome la boca para que el sueño llegara más temprano, para no recordarte, para no sentirte, para no tentar a mis dedos de escribirte. Si tiemblo de solo recordar que eras la luz allá en el fondo del camino y pasaste a ser un fantasma herido y siniestro que reía cuánto más me imaginabaa caer.
Nunca quise tanto infierno... Nunca.
Tal vez Dios (o el correr del tiempo) te ayude a comprender que no se destruye aquello que alguna vez se cuidó, que no se condena al silencio a quien apostó su vida para vivirla a tu lado. A ver si hay caballeros, abundantes y perseverantes, capaces de cuidar como a mi flor, a una princesa con bailes de niña por sentir que el mundo, sí, el mundo adquiere sentido SÓLO, sólo a su lado.
Me voy callando los recuerdos, de Enero a Septiembre, los espasmos de luz y dolor mientras desfilan por mi mente los pasillos del Pasaje Dardo Rocha, las paredes del café Islas Malvinas, y tus ojitos... tus ojitos... hermosos... hermosos... dos faros marrones descubriendo el universo y llenándome el pecho de ilusiones y petálos blancos y amarillos.
Chau...
Te voy a extrañar tanto...tanto...tanto... que ni siquiera te lo vas a imaginar... jamás, y te voy a guardar ese pedacito que nunca nadie va a poder ocupar.
Lo sé...
Lo sé...
Autor: Silvio Rodríguez
¿Adónde van las palabras que no se quedaron?
¿Adónde van las miradas que un día partieron?
¿Acaso flotan eternas,
como prisioneras de un ventarrón,
o se acurrucan entre las rendijas (hendijas),
buscando calor?
¿Acaso ruedan sobre los cristales,
cual gotas de lluvia que quieren pasar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van...?
¿Adónde van?
¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?
¿Adónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?
¿Por dónde están las angustias,
que desde tus ojos saltaron por mí?
¿Adónde fueron mis palabras sucias
de sangre de abril?
¿Adónde van ahora mismo estos cuerpos
que no puedo nunca dejar de alumbrar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van...?
¿Adónde van?
¿Adónde va lo común, lo de todos los días:
el descalzarse en la puerta, la mano amiga?
¿Adónde va la sorpresa,
casi cotidiana del atardecer?
¿Adónde va el mantel de la mesa,
el café de ayer?
¿Adónde van los pequeños terribles encantos
que tiene el hogar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van..?
¿Adónde van?
Si habré preguntado por esos paraderos... con muchas más variantes, con muchas más horas raspando bombillas... con muchas más almohadas rodeando mi pecho: sentado, parado, acostado. En cuclillas...
Si me habrá visto la cocina rezarle un reintegro. Si le habré formulado preguntas absurdas, complejas, y me habrá mirado desencajada, haciéndome notar que ni siquiera ella debería ser acreedora de semejantes respuestas.
Sí... se dice que cuando un círculo llega a su fín por medio de saltos, se produce un efecto similar a un disco de pasta girando sobre su eje, sin terminar de perforar los surcos que deja su bilis recostada en la unión entre un punto y el siguiente. Patinan los versos, como el hielo sobre el mostrador, y no hay métafora mejor que me llegue por el ático que no sea precisamente el color, ese, ese color que baña tu alma.
¿Adónde van las noches que usabas mi pecho como refugio de las tormentas, la soledad, la angustia o los gritos de papá?
¿Adónde van los viajes que cruzaba estático (con todo ese padecer) trepando a los micros y trenes para abrazarte desnuda en medio de la multitud?. Los pies se envenenaban de mármol y aún así, seguía...
¿Adónde van mis visitas sorpresa, cuando el pijama era el segundo guardián de tu dormir?
¿Adónde van mis intentos por sembrarte sonrisas cuando los cuadros eran grises y nuestros ojos opacos?
¿Adónde van las angustias que azotaban mi pecho por querer rescatarte de tanta virtualidad?
¿Adónde van las noches en que frotaba mis manos contra tus piernas para refutar su extensa teoría de aumento voraz?
¿Adónde van mis sueños de sentirte madre? ¿ADÓNDE VAN...?
¿Adónde van...?
¿Y los te amo que no supe canjear?
¿Y los te extraño que supe y no supe callar?
¿Adónde van las clases de amor que derretía mirándote nadar en la rutina?
¿Adónde van las 569 combinaciones de letras, oraciones y melodías que inventé para poder planear nuestro secuestro? ¿Adónde van...?
¿Adónde va tu empecinado deseo de morir junto a un perro y tus libros en el Sur?, ¿y mi heroica insistencia de rodear tu cintura y apretarte fuerte por mostrarte que no había caída libre, ni punto límite fuera de nosotros porque así estaba escrito, porque así sonreíamos? y así... pequeña... así sólo podía lograr que una lágrima asomara en tu mejilla y dijeras "perdón: es que me desacostumbro a vos".
Así ese niño con manuales de hombre, con esa temple y perseverancia que lo caracteriza, ese niño creía que la espera y el tiempo iban por fín a devorar tus fantasmas de buscar un título de propiedad en tierras comunitarias. Cuatro años aguardando una seguridad que hacía tiempo ya tenías...
Si supieras las noches que pasé ahorcándome la boca para que el sueño llegara más temprano, para no recordarte, para no sentirte, para no tentar a mis dedos de escribirte. Si tiemblo de solo recordar que eras la luz allá en el fondo del camino y pasaste a ser un fantasma herido y siniestro que reía cuánto más me imaginabaa caer.
Nunca quise tanto infierno... Nunca.
Tal vez Dios (o el correr del tiempo) te ayude a comprender que no se destruye aquello que alguna vez se cuidó, que no se condena al silencio a quien apostó su vida para vivirla a tu lado. A ver si hay caballeros, abundantes y perseverantes, capaces de cuidar como a mi flor, a una princesa con bailes de niña por sentir que el mundo, sí, el mundo adquiere sentido SÓLO, sólo a su lado.
Me voy callando los recuerdos, de Enero a Septiembre, los espasmos de luz y dolor mientras desfilan por mi mente los pasillos del Pasaje Dardo Rocha, las paredes del café Islas Malvinas, y tus ojitos... tus ojitos... hermosos... hermosos... dos faros marrones descubriendo el universo y llenándome el pecho de ilusiones y petálos blancos y amarillos.
Chau...
Te voy a extrañar tanto...tanto...tanto... que ni siquiera te lo vas a imaginar... jamás, y te voy a guardar ese pedacito que nunca nadie va a poder ocupar.
Lo sé...
Lo sé...
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