viernes, 7 de mayo de 2010

Más

Puedo decirte entre sombras
que soy más que la llave
que gira tus ruedos y mi flor.
Puedo advertirte pausada
en contornos de mimbre;
ser un gualicho
rumeando tus labios,
ser la manzana que golpea en tic tacs,
el vidrio teñido y arado de lluvia;
ser algo más profundo e incierto
que el leve susurro de olas
llevando tus tintes, tus vientos,
tu pereza inminente,
tu cálido sentir
de versos rompiendo en llanto.

Sí,
puedo chocarme el espejo de vidrio que habita en el tiempo,
puedo verterme en mares y luces,
y soles,
y relojes.
Relojes que cuenten pasados,
harapos...
harapos que guarden silencio,
misterio,
espacios...
espacios dónde mi sangre
y el filtro que reza tu cuello
sean clavijas de nuestro universo.
Universo partido,
segregado.
Universo de pies y manos rozando los tallos,
los tallos que suben y bajan
penetran y se engranan,
preguntan, cuestionan.
Cuestionan las ideas,
el sueño
cuestionan lo sagrado, lo divino
lo esbelto;
lo proclive a ser herejía profética
y más,
más
y más...

Puedo ser todo lo que sea
que habite al otro lado de mí,
pero sucede que hallo caminos que doblan sus muertes
que hallo ventanas abiertas al Sí,
que te veo y me veo
lustrando los azulejos perplejos
casi sin alma de librar batallas perdidas.
Sucede que me irritan tanto como me salvan
los huecos que deja tu sueño
en la sexta pulsión de vida
que arrastra todos,
todos,
Todos los hechos sensibles
de ser devorados
¡por mis!,
¡y tus!,
incongruencias...

Sea sombra
o luna
o estrella buscando una pizarra,
paseo en tranvía por tu cuerpo
y me bajo
(saltando y sonriendo,
amando y pecando
prensando y librando)
sobre el ciervo de tus alas,
y en proporción absurda
a mi juego favorito,
me siento a mirarte sereno
(como rosa de tela
o cuerda de madera)
tu movida desafiante.
No me quedan más presos en la boca,
tan sólo te observo
y me cuento,
y me acaricio,
y me desvelo.

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