domingo, 11 de octubre de 2009

Magnetismo sin hierro

Un movimiento más
que sea un pretexto barato
para explicar cuestiones absurdas,
cuestiones sin nombre ni edad
sin velos, sin risas,
sin nada que sea proporcional
a la enésima parte de vida
que en tí vive,
que por tí suprime ansiedad
y un tacto de fuego y dolor
prensando la única estrella
que salta y salta por vidas con precio:
no hay más garantías detrás de sus ojos
ni hay más sonrisas pariendo un después.

Cuando vuelco una idea de arena en la mesa
todo es
ligera y ambigua desproporción,
se salvan algunas esquinas y el corazón,
y empiezo a jugar como si fueran nubes;
no es lo único que me queda:
no me sienta a la larga
el cósmico dolor
y hay una distancia
(de pocos metros)
entre emoción y sensación,
y estoy queriendo ser sensación
y comprarle una esquina a la emoción
dónde pueda brillar solita,
sin bocas pasadas que la cuestionen,
sin ese maldito hábito compulsivo
de no poder desmembrar
un impulso desmesurado de lágrimas,
con sede en mi voz y en consecuencia
llamando de pie al silencio,
con tantas cosas que decir
y sobre todo,
con tantas cosas que callar...

Sólo requiero tumbar un muro,
y solicito a golpes de timbre maníacos
que muevas a un costado
el llanto de invierno que cubre tu pecho.
Tan simple y tan recorrido abrazo,
por vos y por mí recreado
y ahora devastado...
Sólo quiero dibujar
las 3.35 en tu espalda,
sin ánimo de guerra
o de brújula.
La realidad tiene sus leyes
por nosotros siempre desconocidas:
¿Tan difícil es que uses tus ojos
sólo para ver?...

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