Magnetismo sin hierro
Un movimiento más
que sea un pretexto barato
para explicar cuestiones absurdas,
cuestiones sin nombre ni edad
sin velos, sin risas,
sin nada que sea proporcional
a la enésima parte de vida
que en tí vive,
que por tí suprime ansiedad
y un tacto de fuego y dolor
prensando la única estrella
que salta y salta por vidas con precio:
no hay más garantías detrás de sus ojos
ni hay más sonrisas pariendo un después.
Cuando vuelco una idea de arena en la mesa
todo es
ligera y ambigua desproporción,
se salvan algunas esquinas y el corazón,
y empiezo a jugar como si fueran nubes;
no es lo único que me queda:
no me sienta a la larga
el cósmico dolor
y hay una distancia
(de pocos metros)
entre emoción y sensación,
y estoy queriendo ser sensación
y comprarle una esquina a la emoción
dónde pueda brillar solita,
sin bocas pasadas que la cuestionen,
sin ese maldito hábito compulsivo
de no poder desmembrar
un impulso desmesurado de lágrimas,
con sede en mi voz y en consecuencia
llamando de pie al silencio,
con tantas cosas que decir
y sobre todo,
con tantas cosas que callar...
Sólo requiero tumbar un muro,
y solicito a golpes de timbre maníacos
que muevas a un costado
el llanto de invierno que cubre tu pecho.
Tan simple y tan recorrido abrazo,
por vos y por mí recreado
y ahora devastado...
Sólo quiero dibujar
las 3.35 en tu espalda,
sin ánimo de guerra
o de brújula.
La realidad tiene sus leyes
por nosotros siempre desconocidas:
¿Tan difícil es que uses tus ojos
sólo para ver?...
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