Cartero invisible
Me aprisiona el norte del ombligo:
no siempre es constante.
Se enmascara solito,
se ahuyenta
y río,
río descascarado
cuando se aleja,
cuando sabe que no estoy alerta.
Me puede morder un trozo de cielo
tanto como empeñar basura
revuelta y atérmica
en el filo sagaz de la soledad.
A veces sólo cae agua
sobre mis manos...
y viene a nacer a mi cien.
Ya estoy empezando a descreerle,
a tocarle la espalda y esconderme,
A DETECTARLO...
sin caer en el santo y pecador
sacrificio de la obsesión.
Sí, ya te expliqué:
que a veces pedís contraseñas
(que siempre tengo)
y otras...
otras veces veo mis pies en tu recinto
y mi seño se vuelve a fruncir.
Como quien abre un saco de par en par
para que el alma le entre justita,
así es como me calzo tu demencia
y al final... (sonrío)
no es más que mi rostro invertido.
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