viernes, 31 de octubre de 2008

Cerrar el cielo

Entras y te ocultas sin permiso.
Desgarras mi tiempo, mis planes,
mis gustos,
mi estadía en lo obscuro.
Me ciegas un cuarto de distancia,
una lágrima de almidón,
un concierto de lágrimas desafinadas,
impropias.

Te tengo en círculos abiertos,
en largas cadenas de números binarios,
en palabras intactas,
en miradas externas,
sin puntos, sin comas,
sin sujeto ni predicado.
Eres sólo un pretexto equivocado,
un presente incorrecto,
un sístole con diástole imprudente,
fuera de tiempo, sin coordenar.

Soy una saga de poros arrugados,
de viejos instintos, inmorales,
una soga que sostiene planetas,
una sombra centrando el pasillo,
una ventana sin golpear,
un martillo sin memoria,
una etiqueta en tus labios.

Soy espejo de tu sonrisa;
me llaman tus tiempos,
tus órbitas, tu melodía,
me llama el incendio,
tus ramas caídas,
tu cielo inocente,
tu cobardía.
Respondo al paso, al silencio,
a tu abrazo pendiente,
a las luces que supe apagarte,
a los llantos que supe mirarte.
Respondo a los más sutiles intentos de aire,
a la llama que corta mi ombligo,
al mar que desprendes del olvido.

Me hundes en cuatro unidades,
y te reduzco a dos,
y busco quitarte el alma.
Pienso que irritas el tiempo,
que nadas en líquido amniótico,
y aún así me quiebras mercurio,
suspendes silencio,
avivas las hojas escritas,
los ojos que inventan misterios,
la mente que roza lo absurdo,
la ciclotimia y el sexo a escondidas.

Es puro regocijo de adicciones,
un brazo que nunca te rodea,
un martes que nunca llega.
La enésima vez que subo la escalera
y bajo pensando la odisea,
de tenerte en mi almohada,
allí prisionera,
de saber tus colores,
de enredarme en ardores,
de querer ser viento y lluvia,
de borrar tempestades.

Sólo arrebato de madera,
sólo muelles que nos unan,
gotas de agua fundidas en noche,
y el verbo imposible que cierra tu bote.

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